¿Has notado que a veces la
tristeza nos visita sin que haya un motivo realmente concreto para tenerla por
compañera?
A mí me ha pasado; sí, me ha
pasado.
En la mayoría de las ocasiones
nos sentimos tristes por alguna razón claramente definida; sin embargo en otras,
dicho sentimiento ataca sin saber exactamente el porqué, mejor dicho, sin que
exista un porqué.
Nos levantamos con ánimos bajos,
y aun con buenos días encima, la tristeza se hace presente como llegada sin
esperar; así: como lluvia bajo el sol.
Muy pocas veces sucede, pero en
algunos días de invierno (inclusive del verano), con un sol brillante de
atardecer, comienza a llover. ¡¡¡ Sí!!! Con el sol pleno de testigo la lluvia
aparece, aun cuando las nubes que puedan provocarla sean muy pequeñas.
Curiosamente, (muy curiosamente)
este tipo de lluvia no suele durar más que un par de minutos, sino es que
segundos (al menos es lo que yo he visto en mis casi 21 años de vida), y así
como llega, termina por irse.
Similares a este acontecimiento,
son los días de tristeza repentina y sin motivo (creo que alguien puede estar
triste sin motivo): no duran mucho, y así como llegan, se van. Y tras ellos
solo puede aparecer el rico olor a tierra mojada y un calor casi fantástico que
no puede más que disfrutarse en nuestro lado del mundo.
Y a veces, luego de esas gotas
temerarias que retan al sol, también aparecen majestuosos arcoíris que tienden
a lucir mejor que los de aquellos días grises con un firmamento cubierto de
nubes negras.
Creo sinceramente que es parte de
nuestra humanidad sentirnos tristes cada cuanto (aun sin razón aparente), pero,
el reto es ver lo mejor en medio de esos ratos inesperados que a pesar de su
carácter “sorpresivo” no pueden dejarnos más que cosas buenas.
Cuando lleguen esos días de
tristeza repentina, hay tres cosas que me gustaría que tengas en mente respecto
a ella:
·
No la dejes dirigir tus decisiones.
·
No dejes que afecte tus relaciones con los
demás.
· Aprovéchala, utilízala, domestícala y haz de
ella una experiencia que esencialmente te sirva para crecer.
Seguro que si disfrutas esos
espectáculos de la vida (humanos y naturales), también sabrás como afrontar los
días completamente nublados o de larga tormenta (es curioso que las llamen
“depresiones” tropicales). Digo, después de una fuerte y larga lluvia, por más
catastrófica que sea, siempre he visto a la vida manifestarse en su máximo
esplendor.
Sé que hay momentos difíciles de
comprender, pero créeme, al final, siempre hay algo bueno detrás de todo. Sí,
siempre termina saliendo el sol.
Cuando todo se ponga difícil,
aguarda, y disfruta del arcoíris que viene después (sé que sabes a qué me
refiero).
Por:
Carlos Eduardo Gómez.
Colaboraciones especiales:
Gabriela Segovia.
Lesly Flores.