domingo, 30 de agosto de 2015

Carta para Carlos: Sin orgullo.

Siempre me has parecido una persona muy particular, te reis de las cosas que nadie se ríe pero no soportas que otros se rían por cualquier cosa, hablas bonito de las cosas que parecen malas pero no soportas el optimismo cuando le pertenece a alguien más, te quejas de todo pero tildás a los demás de débiles y dramáticos; sin duda sos una completa personalidad. 

Siempre escucho atento cuando la voz de tu crítica es tan fuerte que se te olvida que a vos también te han criticado; y que eso no se siente nada bien. Pareciera que no aprendes nada; y que por cada paso al frente, das tres hacia atrás. 

Durante veintitrés años te he visto caer y levantarte más veces de las que me gustaría, pero este año que acabas de cerrar lo voy a resumir en una cosa: este ha sido un año sin orgullo. 

Creo que siempre te ha gustado presumir de todo lo que lográs, de lo muy bien que te va en la vida a pesar de las decepciones, y de lo mucho que mereces ser admirado por como tus pocos recursos han sido tan bien administrados; querés que se te admire desde abajo por ser estudiante aplicado, atleta y “buen hijo”.  

Te encanta que la gente te diga que te merecés más de lo que tenés (porque vos en efecto creés que lo merecés) y que te feliciten por ser tan dedicado en lo que haces. Estás siempre exigiéndote más, únicamente con el afán de seguir recibiendo esos buenos comentarios que tanto te alimentan.

Pareciera que estar orgulloso de vos mismo ha sido siempre el denominador común a lo largo de más de dos décadas.

Y sé bien que los últimos trescientos sesenta y cinco días te demostraron a peso de llanto que algunas cosas deben ir cambiando. Durante los doce meses que nos preceden he visto muchas puertas ser cerradas frente a tus ojos expectantes de la posibilidad de abordar nuevos caminos. 

Entre algunas cosas puedo mencionar que no fuiste aceptado para estudiar tu maestría en el extranjero (cuestión que sé, ha sido uno de tus sueños de vida), también que pasaste siete meses de tu vida buscando un empleo que nunca llegó, y que esa seguridad y orgullo  de los que tanto presumiste durante cinco años de carrera universitaria, se vieron derrumbados silenciosamente a inicios de  2015 cuando te diste cuenta que al parecer aun sos un ser humano absolutamente indiferente a todo aquello que no es vos mismo. 

Y la crisis económica que en la familia se ha tenido que atravesar pareciera ser solo la cereza en tu pastel. 

Definitivamente este año no ha habido mucho de lo que enorgullecerse; tus lágrimas son evidencia de ello. 

Pero hoy, a inicios de tu año número veinticuatro, quiero que sepás que no hay de qué preocuparse; Dios tiene puertas más grandes y asombrosas en tu camino, listas para ser abiertas al sonido de su voz. Creo que al cerrarte aquellas otras puertas, solo está queriendo mostrarte el camino hacia las cosas grandes y mejores que hay preparadas para vos. 

Estoy seguro que no se ha olvidado de ninguna de tus lágrimas, ni de tu confianza, ni de esa fragilidad, que a solas, sabés depositar en Él. Sé que había que quitarte un poco de orgullo para que recordaras como notar Su Amor de forma apropiada; que había que dejar las rodillas se te debilitaran un tanto, para que supieras volver tu mirada hacia Él preguntando qué hacer. 

Y Dios, como siempre y siempre, te ha mostrado que sus ojos no se han apartado ni un segundo de vos y que sigue cuidándote como el primer día. A pesar de todas tus frustraciones, angustias y decepciones, siempre ha habido palabras de esperanza de su parte. Nunca ha permitido que tu corazón se ahogue en medio de la incertidumbre; y eso, es algo por lo que ambos debemos agradecer. 

Yo estoy orgulloso de vos Carlos, me cuesta decírtelo porque soy igual de altanero; pero sí, estoy orgulloso. Estoy orgulloso que tu orgullo se haya rendido ante Él; y estoy seguro que en su amor, Él nunca se olvidará de eso. 

No te preocupes si los demás te ven como algo pequeño, o poco exitoso; permití que la paz y el amor de Cristo sean esa satisfacción que te podás llevar todas las noches antes de dormir. 

Yo declaro amplias, abundantes e ilimitadas bendiciones para tu vida; declaro paz y calma, declaro salud y bienestar, y declaro el cumplimiento de cada uno de tus sueños. Vos encargáte únicamente de hacer todo con amor; sí, como si fuera para Él, como si fuera para Dios. 

Felices veintitrés. 

Y desde aquí, el más grande de mis abrazos. 

Por:
Carlos Eduardo Gómez 
cared1992@gmail.com