domingo, 1 de septiembre de 2019

Una vida de aventura

Cuando las personas me preguntan mi edad, casi siempre se sorprenden cuando les digo cuantos años tengo (especialmente si no tengo bigote) y comienzan a decir cada número aleatorio entre veinte y veintisiete que se les viene a la mente para tratar de expresar cuanto más joven piensan que estoy. 

La verdad es que hace unos días cumplí veintisiete años y para nada me molesta que la gente piense que tengo más (de verdad que no es una de mis inquietudes a estas alturas de la vida; me inquietan mucho más mis ojeras), de hecho, creo que también me gusta un poco cuando alguien dice que me veo mayor; las canas no me van mal. 

Desde que comencé a escribir en este blog, hace varios años ya, siempre publico algo en ocasión de mi cumpleaños, y esta vez, quisiera contarles esto: 

Estos veintisiete años han sido una apasionante aventura. Me alegro de no estar donde estuve antes, pero también me alegro de haber estado ahí. Cada punto de mi vida ha servido para crecer, para evolucionar para avanzar a la siguiente etapa de esa metamorfosis en la que constantemente me encuentro. 

No soy la misma persona de hace un año, ni de hace dos, mucho menos la misma persona de hace diez; pero estoy feliz de ser quien soy hoy. Lleno de imperfecciones, de terribles defectos, de ansiedades, de miedos y complejos pero siempre expectante a la siguiente obra que Dios va a hacer en mi vida para transformarme en alguien más parecido a Él. 

Estoy feliz de ser quien soy, pero anhelo que mi corazón nunca deje de ser moldeado para que se parezca más al suyo. Estoy feliz de ser quien soy, pero le pido todos los días que mis ojos puedan abrirse para observar y comprender lo que Él quiere enseñarme, y para que yo pueda ponerlo en práctica. 

A veces veo con mucho miedo al futuro, pero recuerdo que una vez escribí que si mi vida era como una montaña rusa, yo no tenia que temer, porque Él está siempre ahí. Hoy, como deseo de cumple de mis veintisiete, me gustaría pedir que, cuando en mi vida exista esa sensación de ir en una bajada tenebrosa o de estar de cabeza, yo pueda dejar que Él tome fuerte de mi mano y me permita gritar de la emoción de saber que está ahí y que puedo confiar; de saber que Él está ahí y que puedo afrontar el futuro con esperanza. 

Finalmente, mi deseo de veintisiete es que Él me permita comprender que, sin importar que tan feliz me sienta con quien soy ahora, Él aún quiere mejorarme, edificarme, construirme y transformarme para que yo sea más como Él. Que mi corazón siempre siempre siempre esté dispuesto a dejarlo obrar en mí. 

Gracias, a Él también, por este año más de paz y calma, de salud y bienestar, de gracia y prosperidad. Gracias a Él por cada una de sus vidas, que en el día de mi cumpleaños no dudaron en compartir sus buenos deseos, abrazos y palabras de ánimo conmigo. No dudo que Él les devolverá multiplicada por cien, cada sonrisa que me sacaron. 


Por:
Carlos Eduardo Gómez  
cared1992@gmail.com