sábado, 26 de octubre de 2013

Danilo

Se levantó temprano, cuando apenas comenzaba a salir el sol; había decidido que ese día se convertiría en hechicero.

En aquel quince de octubre en particular, los ánimos le habían amanecido dormidos, porque después de tanto llanto de la noche recién pasada, apenas tenía la capacidad de sentir algo. Sin embargo estaba tan determinado, que a pesar de su anestesiado humor matutino, inició con la preparación de todos los materiales para elaborar la poción.

Todos sabían que estaban en octubre menos él. Llevaba casi seis meses en los que justo a las nueve de la noche, comenzaba a llorar. Varias hojas del calendario habían caído del árbol del tiempo y ya nadie se preocupaba por buscarlo, conocían el motivo de su llanto y reclusión: había perdido al amor de su vida, mejor dicho, el amor de su vida se había ido justo cuando él estaba amando más.

Todos conocían que Danilo lloraba por un amor, pero nadie comprendía que realmente pasaba hasta la madrugada sollozando por dos.

Tomó despacio las hierbas, y el olor de la ruda le comenzó a despertar el corazón, que de nuevo le comenzó a llenar los ojos de lágrimas.

La decisión de buscar en la magia la solución, surgió luego de aquella noche en que la soledad de la habitación y el frasco de pastillas en su mano lo convencieron de quitarse la vida, en ese episodio que se constituyó su primer intento fallido de suicidio. La desesperante idea de una vida sin su amor de siempre, lo llevó primero a querer matarse, luego a querer seguir, y finalmente a probar con la poción para que el cariño surgiera de nuevo, o si no rellenarse los sesos con una bala.

Luego de poner aquel grupo de extrañas y olorosas hojas en un lugar adecuado, tomo la olla y el polvo café que había comprado a la anciana de sombría y sabia apariencia que se había vuelto su mentora. Era ella quien le sugirió la fórmula adecuada y le dijo con confiadas palabras: unas gotas bastarán para recuperar al verdadero amor de tu vida.

Tuvo que creerle; él no sabía nada de magia y en el caso que la poción no funcionara, Danilo se quitaría la vida.

 Por eso tenía miedo, por eso le temblaban las manos mientras veía los borbollones del agua hirviendo en la olla, por eso sentía que la vida se le iba mientras agregaba despacio cada una de las hojas de las extrañas plantas; por eso sentía que tenía que funcionar… porque aunque nadie lo supiera, estaba cansado de llorar y de tener que entregarse al sueño hasta que ya el cuerpo quedaba agotado de derramar lágrimas.

Porque aunque nadie comprendiera, él se había entregado en un amor que nadie supo valorar. Tuvo que perder el miedo del abandono de casi cualquiera que le importara, para poder amar con libertad; para que pudieran estar juntos.
Y al final, se quedó solo, porque lo único que no hubo fue un “juntos”.

Ya aquella hirviente sustancia tomaba forma, y él ya sabía cómo la haría llegar a su destino final.
La anciana le había dicho, que a veces la magia actúa mejor de lo que se espera, cuando se cree con fuerza. Le dijo que de todas sus fórmulas secretas, esa era la más valiosa, y que ella, también había recuperado el amor de su más grande amante utilizándola. Era lo único que lo perturbaba, porque la bruja parecía sabia, parecía comprensiva y vieja, pero no lesbiana.

De pronto, el fuego que hacía burbujear la mezcla se apagó. La perrilla de la cocina seguía abierta.

Respiró y no tuvo más miedo, pero casi pudo sentir a la muerte respirarle en el cuello. Solo faltaba un paso: el mismo debía lavarse el rostro con aquella olorosa y mal colorida sustancia.
Salió al patio y se dio cuenta que las nubes no habían dejado al sol brillar aquella mañana. Vio la mezcla ya menos caliente en un nuevo recipiente, comenzó a tomarla despacio entre sus manos y a lavar con ella su cara. Mientras lo hacía, de nuevo comenzó a llorar; esta vez, sin dolor.

Lloró y lloró, mientras iba comprendiendo.
Supo que todo estaría mejor, pero siguió llorando mientras entendía todo.

Lloró por horas, por las horas que había pasado llorando. Y se fue descubriendo a sí mismo en cada lágrima.  Lloró porque descubrió que el hombre que amaba se había fugado porque no quería ver como se destruía encerrado en la habitación.

Lloró porque supo que él se había ido mientras lo veía llorar por alguien más. Lloró porque decidió que había querido ser hechicero para recuperar un amor que no era el que debía buscar.
Lloró porque siempre se había considerado muy inteligente, y sin embargo pasó meses en lo oscuro del cuarto buscando a quien no era. Lloró porque ahora finalmente, se reencontraba con su verdadero amor.

Lloró porque quería seguir llorando… y cuando volvió en sí, estaba tirado en el suelo del jardín, con la ropa mojada; al parecer había llovido mientras se hacía de noche.  Algunas estrellas le adornaban la conclusa jornada de llanto.

Se acurrucó, y despacio comenzó a agradecer mientras veía el firmamento.
Había recuperado al amor de su vida, pues estaba, en aquella noche, amándose de nuevo con Danilo.

Se levantó; eran las ocho cincuenta y nueve cuando se tiró a la cama completamente sucio pero tranquilo.


A las nueve, se quedó dormido.


Por:
Carlos Eduardo Gómez Estrada


sábado, 19 de octubre de 2013

No quiero vivir

No quiero vivir en un mundo
donde la gente se queja de la gente,
donde la gente critica a la gente,
sin criticarse antes a sí misma.

No quiero estar en un mundo
donde las personas se quejan de la corrupción y la política,
ni donde las personas son también
políticamente corruptas.

No quiero estar en un mundo,
donde la gente se queja por la ausencia de un cambio,
pero llevan años con las mismas actitudes.

No quiero vivir en un mundo,
donde la gente se queja del sufrimiento del prójimo,
pero traiciona y apuñala,
causando dolor a otros de sus hermanos.

No quiero vivir en un mundo con personas a las que,
“les arde el dolor del pueblo”
pero que les arde tanto,
que nunca han hecho nada más que hablar.

No quiero vivir en un mundo
de gente que levanta su voz por el llanto de otros,
pero que con sus manos destruye la felicidad de alguien más.

No, no quiero vivir en un mundo así.

Quiero en cambio, vivir en un mundo
de gente que lucha por cambiar su entorno;
no mucho,
me basta con los dos metros cuadrados que rodean sus pies.

Quiero vivir en un mundo,
de gente valiente
que con sus acciones se vuelven mártires,

Sí, un mundo de mártires de hoy,
y no un mundo de personas
con disfraces de gente ejemplar del ayer.

Quiero vivir en un mundo,
de gente que carga sus palabras
y las convierte en acciones de un cambio positivo.
Un mundo donde la gente emprenda cosas pequeñas,
que permitan grandes mejoras.

Un mundo donde las personas hagan cosas buenas,
y no solo escriban en Facebook o twitter.

Ese mundo en el que quiero vivir,
comienza en mí;
por eso desde hoy y desde mí,

me estoy esforzando por construirlo. 


Por:
Carlos Eduardo Gómez Estrada