Carlos:
Después de unos cuantos veranos, has llegado a tu cumpleaños
número 21. Menuda cosa llegar hasta aquí, ¿cierto?
Hay que saberte de a centímetros para comprender que esto ha
sido tu propio y profundo reto, todos los días, durante más de dos décadas ya. Sé que hubo días en los que tuviste que llorar
los que habían sido tragos amargos de la vida, pero también conozco que luego
de cada inundación por llanto, te levantaste a labrar el terreno que había
quedado fértil e hidratado para los nuevos proyectos.
Estoy enterado también que en menos de dos años, tuviste que
plantarle cara fuerte a los sucesos, y aprender a comprenderte indefenso ante
algunas situaciones. Sería muy largo tratar de escribirte sobre todo lo que has
vivido, pero si de tus últimos 730 días hablamos, sé que podríamos gastar mares
de tinta desenmarañando el nudo de cosas que has sobrellevado.
Pero, Carlos, mírate, aun estas aquí, de pie, fuerte, y esforzándote
en tus proyectos más que el primer día. Aun estás sudando con coraje el
esfuerzo puesto en cada cosa que haces, y que te empeñas obstinadamente en
hacer cada vez mejor. No hubo lágrimas, ni decepciones, ni confesiones, ni
miedos, ni verdades que lograran detenerte hasta ahora. Me permito aplaudirte
por eso.
“Nunca será fácil”, te he visto escribirlo en repetidas
ocasiones, y ahora te lo recuerdo con especial cariño.
Yo por mi parte, solo puedo decir, que te admiro
profundamente. Te admiro con la sinceridad con que se admira a aquellas
personas de las que se desea aprender. Quisiera poder decirte que hay cosas que
solo fueron un sueño y nunca pasaron en realidad, pero sé que ya las has enlistado
como parte de tu aprendizaje, y me parece abusivo querer quitártelas.
Quisiera decir que cada vez que tuviste que llorar,
reconociendo la verdad con la mirada hacia el suelo, fue solo una broma que los
demás quisimos jugarte, pero sé también que eso te dio la fuerza, el coraje y
la profunda determinación que hoy, yo tanto aprecio de vos.
Me gustaría decir que todo lo que fue difícil, es solo un mito de esos que se cuentan en El
Salvador, pero sé que cada guerra que libraste, es la que ahora te permite
tener la gallardía de un guerrero de la vida. Sí, de esos que nunca dejan de
aprender.
Y luego de hablar de batallas, solo puedo enorgullecerme de
tus triunfos en cada una de ellas. Porque de cada golpe, siempre has sacado una
victoria, y como todo buen peleador, has ido y te has embarcado rumbo a nuevas
aventuras.
Gracias Carlos, por recordarme que debo seguir creyendo, y por
enseñarme con cada una de tus guerras, que no hay excusa para no luchar.
Gracias por recordarme con tu sonrisa empapada en lágrimas que no hay motivos
que basten para perder la esperanza y para rendirse aun cuando nos encontramos
vagando sin saber qué camino tomar exactamente.
Gracias por mostrarme que no hay motivos para olvidar al amor y que no hay argumentos para no
llevarlo por bandera cada día que vivimos. Y finalmente, gracias por recordarme
que para amar a los demás, el amor debe empezar por uno mismo. Por traerme a
cuenta que “amar al prójimo” debe estar bien ligado con el “como a ti mismo”
Gracias Carlos, por seguir en pie de lucha.
Ahora solo me permito recordarte, que las cosas aún se
pueden hacer mejor, así que adelante. Espero tener cosas buenas y maravillosas
para escribirte el próximo 28 de agosto, allá en 2014.
Felicidades Campeón.
Un profundo y cariñoso abrazo de mi parte.
Carlos Eduardo Gómez
Estrada.
Por: