domingo, 15 de mayo de 2016

Aprender otra vez

Cuando la gente me conoce por primera vez, suele generalizarse (no sucede siempre) una idea sobre mí que a pesar de ser halagadora, no puedo sostener por mucho mas de un año. Con suerte logro sostenerla un mes. La gente suele pensar que soy gentil, amable, dulce o carismático (claro, si no me han odiado desde el primer momento, ya que eso suele pasar también) en el entendido que esa bondad mía es un atributo permanente e inmutable que la vida debería de haberse encargado de impregnar bien.

Los que me conocen mucho dicen que soy capaz de ser la más cordial de las personas con todos aquellos que no parecen amarme o tener una relación cercana conmigo. Y discuten el tema de mi dulzura pues el tiempo les ha mostrado que cuando siento que alguien me ama, o me quiere en una medida que yo estimo "adecuada", aparece el Carlos que habita en mí verdaderamente. 

El tiempo nos ha mostrado a todos que, a veces, y solo a veces, no estoy listo para ser amado. 

Si, cuando las circunstancias me muestran que alguien me quiere genuinamente, pareciera que todos mis mas incómodos defectos se hacen presentes para revelar de mí, aquello que nadie quisiera tener que ver. 

Me vuelvo egoísta, critico desalmado, pierdo cualquier señal de amabilidad o de misericordia, me muestro desinteresado o poco atento, y por si fuera poco, pago con frialdad toda la calidez y amor que recibo. 

Y luego de mis constantes discusiones con esas personas que me hacen sentir amado, termino dándome cuenta que tengo un corazón que parece haberse calcificado en medio de los millones de circunstancias que han acontecido en los últimos años de mi vida (o en mi vida entera si me permito decirlo). 

Porque aunque no lo diga seguido, o no me guste admitirlo, este ser humano que a veces parece tan cruel e insensible, tiene un miedo tremendo a perder la compañía de sus amigos, de su familia, o de aquellos que con paciencia se dedican a instruirlo en cada cosa que les resulta posible. Porque aunque no estoy listo para ser amado, tampoco quiero dejar de sentir el calor del cariño que me rodea. 

Nico, tus dos primos mayores vienen en camino, y me asusta que la vida no me haya enseñado lo suficiente para tener consejos sabios como los de la tía Lesly, o palabras calmas como las de la tía Menche, o el buen humor y optimismo del tío Neto (y estoy seguro de no tener ni una pizca de la creatividad del tío Nelson).
Me asusta pensar que no soy capaz de devolver el amor que he recibido tan incondicionalmente de mi familia o de mis amigos, y que aún no soy capaz de dar un consejo prudente o sensato como los que recibo. 

Me asusta pensar que Marcelo y Ruben vienen en camino y yo sigo siendo igual de torpe que hace diez años, o que voy a recibir un amor que aun no se como hacer fluir de nuevo hacia su emisor. 

Y vuelvo al inicio, me asusta pensar que no estoy listo para ser amado. 

Prometo esforzarme por aprender otra vez como se le permite a alguien derribar las barreras de tu seguridad emocional, como se le permite a alguien que haga a un lado todo tu orgullo y cargas pasadas para amarte de manera sencilla y autenticamente sincera. Y prometo hacer el mejor de mis esfuerzo por poner en marcha este corazón duro para amar de la misma manera. 

Espero que Marcelo y Ruben tengan cosas buenas para decirte de mí cuando finalmente te unas al clan de la siguiente generación de Gómez. 

Haré el mejor de mis esfuerzos para estar listo para ellos como quiero estar listo para vos. 

Desde un par de años atrás. 

Te espera, 

Papá. 


Por:
Carlos Eduardo Gómez 
cared1992@gmail.com