domingo, 12 de abril de 2020

A mi yo de ocho años

Carlos, 

Ya casi olvidé lo que se siente tener tu edad; no voy a negarte que la vida adulta es un poco más ajetreada de lo que me gustaría y que por ratos me encantaría haber detenido el tiempo en el año 2000; en él que vos estás ahora mismo. 

En medio de las circunstancias actuales y un poco más de tiempo libre, me gustaría decirte algunas cosas que me he guardado por más de veinte años. Si en algún momento, lo que digo no tiene sentido; no te preocupés, lo entenderás luego. 

Primero que nada, quiero decirte que estoy muy orgulloso de vos; no importa que no lo creas ahora, o que no lo escuchés muy seguido de las personas a tu alrededor; sos un niño maravilloso y no hay nada malo en vos; ni en tu forma de caminar, de hablar, de reír o de llorar; ya todo lo que sos es hermoso y está en una constante evolución. Tratá de recordar lo más que podás del niño que sos ahora, porque en algunas ocasiones eso te va a llenar de esperanza. 

Conservá ese corazon noble que te caracteriza y procurá nunca perder tu habilidad de demostrar cariño con esa espontaneidad con que lo hacés ahora. El mundo de hoy procura que la gente vele sólo por su propio bienestar, pero tu habilidad de sonreír o de abrazar con tanta naturalidad va a ser luz en la vida de algunas personas; intentá no perder eso nunca. 

Y de tu humor, ni contarte; te va a llenar la vida de risa, y vas a ser capaz de mantener la esperanza aún en momentos muy complicados. No importa si alguien dice que tu humor es demasiado escandaloso o ruidoso; nunca lo apagués, ni tratés de disimularlo. Es quien sos, es maravilloso y no te merecés menos que esa versión genial que ya sos. 

Desde este momento, vas a vivir un millón de cambios y un millón más de aventuras, no tengás miedo de ninguno; todo va a ser para bien. Algunas de las personas que amás ahora, ya no van a formar parte de tu vida después, asi que disfrutá cada momento a su lado, demostrales tu amor cada que podás y nunca te guardés el expresarles lo importantes que son para vos. 

Si en el camino alguien dice algo que duela, o alguien se burla de vos; no te lo tomés personal, a veces las personas vierten opiniones sobre lo que no conocen y no imaginan la realidad que tienen frente a ellas. No tardés en perdonar si te sentís ofendido, te vas a dar cuenta que quienes te ofendieron al inicio, usualmente terminan siendo tus amigos y que no querrías perderte la oportunidad de conocerlos sólo por un poco de rencor. 

En los veinte años que vienen, así como un millón de cambios, también vas a hacer un millón de cosas que no están en tus planes o que no pensabas que ibas a querer hacer; de algunas te vas sentir muy orgulloso, y de otras, pues no tanto. Sin importar qué, no te castigués por ellas; aprendé lo que podás y seguí adelante. 

Sé que ahora, llorar parece la solución a muchas cosas que te duelen, pero vas a descubrir que vos podés hacer mucho más que eso. Nunca te callés, levantá la voz, denunciá lo injusto y no tengás miedo de expresarte; pero no olvidés que todo lo que digas tendrá consecuencias. Nunca te callés, porque esa fuerza y esa valentía también le van a servir a otros para no tener miedo a hablar. 

Vas a reír, vas a llorar, vas a equivocarte, vas a acertar, vas a ganar y también vas a perder; hasta van a despedirte. Pero en todo eso, quiero que sepás que yo sigo estando muy orgulloso de vos y que sé que solo hay cosas maravillosas aguardándote en el futuro. 

Hay una sola cosa que no tenés que olvidar: disponer tu corazon para los cambios que Dios desee efectuar en tu vida. A veces vas a ser muy orgulloso, y Él va a darte lecciones para eso; a veces vas a querer hacerte la víctima, y Él te va a mostrar con hechos que no has nacido para ser una víctima y que no es eso lo que Él espera que seas. A veces vas a ir muy rápido y Él va a detenerte, a veces también vas a hablar de más, y Él va a enseñarte aquello que definitivamente vale la pena guardarse para uno mismo, y al final, Él también va a enseñarte cuando no detener el ímpetu de expresarte. 

No tengás miedo, no tengás miedo que si Él está con vos; vos vas hacia adelante. 

Una cosa más: Dios siempre va a estar recordándote que te ama, no olvidés encontrarlo en los detalles, en el prójimo, en lo que te sucede; porque Él va estar ahí, con vos, todos los días, hasta el fin del mundo. 

No sabes como quisiera abrazarte y decirte que no tenés que tener miedo, que vas a estar bien; y a la vez se me llenan los ojos de lágrimas porque se que vas a ser capaz de descubrirlo y de siempre volver a sonreír. Sé que vas a ser capaz de levantarte una y otra, y otra y otra vez. 
Aunque nunca te lo había dicho, soy muy feliz de que el yo que soy ahora, haya sido alguna vez el niño que vos sos en este momento. 

Con mucho amor. 

Carlos



Por:
Carlos Eduardo Gómez