martes, 31 de diciembre de 2013

Para terminar bien

Recuerdo Nico, que cuando 2013 comenzó, yo tenía tantas buenas expectativas al respecto: estaba enamorado, tenía una buena racha deportiva, cada vez con más amigos tanto en el deporte como fuera de él y me sentía dichoso de tener una familia tan buena. Estaba seguro que 2013 sería mi año. 

A inicios de marzo, gané una medalla de bronce en la competencia individual de los Juegos Centroamericanos y a la vez logré ganar junto a mis compañeros de equipo, la medalla de oro en la participación grupal.  Fue estupendo sentir que en una primera competición de este tipo se lograra un buen resultado; sin duda la medalla fue mi primer objetivo anual cumplido. 

Con mis compañeros medallistas en los Juegos Centroamericanos


Pero resulta que a inicios de abril mi relación amorosa se terminó abruptamente (cuestión que ahora me resulta extremadamente divertida), cuando yo me encontraba en lo mejor de querer y valorar a alguien que ya se había hecho parte de mi vida.  Vaya que fue duro; ahora me atrevo a confesar que pasé en un estado depresivo al estilo de “la chimoltrufia”: lloraba, cantaba, luego volvía a llorar, y finalmente cantaba mientras lloraba… a veces hasta cantaba, lloraba, y barría la casa. 

Si tuviera que hacer un estimado, debería decir que pasé de abril a julio llorando como si llorara a un santo.  Pero debo sentirme dichoso que todo eso haya terminado, porque se constituyó en un peldaño más para ayudarme a llegar a los lugares de mi vida a los que finalmente debía arribar. De pronto te das cuenta que hay personas que ya no tienen protagonismo, y debés pasar al siguiente acto de la obra. 

Esa ruptura amorosa me hizo interesarme en el arte,  conocer los museos de mi país, e inscribirme en un taller de literatura que he disfrutado mucho, y que me ha servido para poder escribirte cosas cada vez mejores. Aunque no era un objetivo previamente establecido, me siento orgulloso de haber comenzado a compartir con vos Nico; porque mientras te escribía me di cuenta que a veces el dolor es un gran maestro, porque nos obliga a descubrir lo mejor de nosotros mismos. Mi segundo objetivo fue creado y cumplido durante esa curiosa experiencia.

El resto del año estuvo lleno de competencias en las que no me fue muy bien, y aunque por ratos seguía sintiéndome triste,  fui dichoso de ir descubriendo interesantes personas que iluminaron mi vida; sin duda he terminado este año con muchísimos amigos nuevos. Y aun con un mal cierre deportivo, logré mejorar mi resultado en la Copa Giorgio Scarso de 2013 ganando un segundo lugar.  Tercer objetivo cumplido.


Gracias a la esgrima pude conocer Perú y tuve mi propio momento para dejar volar la mente. Ha sido quizás el mejor viaje de mi vida. Finalmente, mi cuarto objetivo relacionado a mejorar mis resultados académicos, también fue alcanzado con éxito.

Aprendí muchas cosas, algunas de esas enseñanzas maduraron en mi cabeza como si esta fuera un plátano (a golpes) y otras tuvieron lugar a través de gratas experiencias que siempre recordare con especial gratitud. 
Pero quizás mi más grande lección en este 2013, ha sido comprender que las personas son libres y bajo ninguna circunstancias debemos hacerlas sentir atadas a nosotros, porque eso es lo más precioso que podemos encontrar en alguien: la libertad de elegir. De ahí que nosotros amemos con particular intensidad a quienes eligen aceptarnos tal cuales somos. 

¿Y sabes qué Nico? También hay que comprender que las personas son libres de irse, de no querernos, son libres inclusive para odiarnos. Pero ahí radica nuestra verdadera misión que no es hacer que los demás nos amen, sino trabajar para que nadie tenga ni un solo motivo para odiarnos (porque es ese el más grande regalo de amor que podemos hacerle a cualquiera)

Creo que ese es mi propósito más importante para los años que quedan por venir, hasta que te conozca a vos, hasta que conozca a mis nietos, y hasta que me llegue “la hora”, como diría tu bisabuela. Debo decir que con la finalización de este año, me pongo más ansioso por el día de nuestro encuentro.

Si me preguntan sobre este año, yo solo puedo decir que fue mi año de aprendizaje, mi año de licencia, alejado de rencores que ni yo mismo aceptaba como retenidos en mi corazón. 2013 fue el año en el que de nuevo comencé a quererme a mí mismo. 



¿A quiénes debo toda la dicha de mi 2013? Pues a esos  amigos que han estado conmigo a cada instante, por más oscuro que haya sido el momento (agradecimientos particulares a Gabriela Segovia y Lesly flores). A mis profesores, por exigirme con esmero que sea mejor cada día (agradecimientos especiales al profesor Marcos Morán, a la arquitecta Mercedes Silva, y a la licenciada Sandra Núñez). A mi familia, que siempre me apoya y me hace sentir su amor a cada paso (en especial a Doña Clara Luz Estrada, que como repito este año, es una madre envidiable). 

También agradezco a las personas que trataron de hacer mi año difícil, que hablaron mal de mí, que hicieron de sus críticas cuchillos, que pusieron su pie con la intención de hacerme tropezar, o que simplemente desacreditaron mis acciones; les agradezco y realmente les deseo plenas y abundantes bendiciones, porque yo mismo se lo difícil y pesado que puede ser llevar una vida cargada con rencores.

Y termino con mi agradecimiento más importante: para Dios, por permitir que las bendiciones fluyeran en mi vida todos los días del año, por permanecer a mi lado en todo lugar al que fui, por limpiar las lágrimas de mi rostro, y por darme el coraje y la voluntad para hacer todo con amor y entrega.  Cada logro, cada paso dado, y cada lección son por Él y para Él, para que su nombre sea glorificado en mi vida.

No quisiera que el 2013 terminara, pero espero con ansias todas las aventuras que hay preparadas para mí allá en 2014.  

De mis objetivos para el nuevo año te contaré después… Te amo Nico, donde estés, deséame un feliz 2014, que desde donde yo estoy, deseo desde ya que podamos celebrar nuestro primer año nuevo juntos.


Por:
Carlos Eduardo Gómez Estrada
cared1992@gmail.com

lunes, 16 de diciembre de 2013

En primera fila

¿Sabes algo Nico? A mí me gustaría que vos fueras esgrimista; sí, así como yo.

Desde que comencé mi vida deportiva, siempre había anhelado que al nacer, vos compartieras esa pasión conmigo. Me ilusionaba pensar que algún día podría verte en una primera competencia, ganando tu primer asalto, tu primera medalla. Bueno, la idea no ha dejado de ilusionarme del todo.

Es probable que la emoción se origine en el hecho de poder ser tu maestro o consejero. De tener la seguridad de poder alentarte al haber transitado el mismo camino. Incluso es probable que toda esa ansiedad surja de la posibilidad de que vos recorrás el camino al cual yo ya no alcance a llegar. No sé, pero es emocionante pensar que querrás hacer lo mismo que yo hago, y terminarás de llenar la sala de la casa con tus medallas.

Pero verás, hace unos días fui con tu abuela a una presentación de la sinfónica, una orquesta compuesta solo por niños de aproximadamente doce años. Al estar ahí, y durante toda la presentación, vi como sus padres se paraban para aplaudirles, vi como los ojos les brillaban al ver a sus pequeños cantar o tocar un instrumento, y vi como sus familias enteras estaban ahí para apoyarlos.

¿Y sabés qué? Yo me emocioné con ellos. Porque no es lo que los niños hacían lo que estremecía a todo el público. Era ver en sus ojos la felicidad de personas que a temprana edad, se sienten plenas de hacer algo que les gusta.

Y ahí estábamos varios cientos de seres humanos, sintiéndonos felices por su felicidad.

Así que, Nico, no te preocupés.

No me importa si no querés hacer esgrima, no me importa si no querés ganar medallas, no me importa si no te gusta viajar y hacer turismo. No importa, lo único que quiero de verdad, es que cada día te levantés pensando en lo excitante que será, hacer una vez, más aquello que amás.

Quiero que sea esa emoción la que te mueva cada mañana al despertar, la que te indique el camino a tomar, y que te ayude a ser el mejor.

Si en lugar de un sable, querés tener en tus manos un pincel para pintar, yo estaré feliz.  Si querés tener un violin, o tus dedos sobre el piano, mis oídos con gusto escucharán. Si querés dedicarte a la química o los números, con gusto me quebraré la cabeza tratando de entender lo que hagás.

Y cada vez que tengás una presentación, o expongás lo que hacés, o te parés a hablar en público, yo seré el primero en la fila.

Mis aplausos serán los primeros, y mi orgullo el más grande.
Yo estaré ahí, amándote igual.
Que la felicidad constante en lo que hacés, sea siempre tu más grande medalla.


Te amo.


Por:
Carlos Eduardo Gómez Estrada